El niño sospechoso
Había una vez un niño muy sospechoso llamado Caster. Él iba a la escuela como cualquier otro de su edad, pero tenía un problema. Era muy silencioso, se sentaba al final de las filas de su salón y se vestía solo de negro o gris. En su escuela lo conocían como el niño sin lengua, porque no decía ni una sola palabra, únicamente se comunicaba por señas.
Un viernes, la maestra se dio cuenta de que Caster no estaba y les preguntó a los estudiantes si sabían algo de él; le dijeron que no venía desde la semana pasada.
Uno de sus compañeros, preocupado por él, fue hasta su casa y tocó la puerta; le abrió la mama de Caster, pero, como esta era un poco descuidada, no le hizo caso y le dijo: – él se cuida solo –.
Después de esto, pasó un año hasta que el niño sospechoso apareció; Caster había sido visto por un señor en un bosque solitario y oscuro.
Al notar algo extraño al pasar por el bosque, el señor sacó la cabeza por la ventanilla de su carro; al caer en cuenta que lo que estaba viendo era un niño un poco harapiento, se bajó del carro. Cuando se acercó, el niño lo amenazó diciendo: –no le digas a nadie que estoy aquí; si lo haces, te ocurrirá algo que nunca olvidarás–.
El señor se fue corriendo hacia su carro, se montó y arrancó, pero, cuando vio por el retrovisor, el niño se estaba arrastrando por el piso muy rápido. Enseguida aceleró, sin embargo, el niño lo alcanzó.
Nunca se supo lo que el niño hizo con el señor, ni el paradero de ambos.
Fin.