En busca del tesoro

Había una vez un explorador, al que misteriosamente le llegó un mapa que marcaba el lugar en el que se encontraba el tesoro de un famoso pirata inglés que, durante la época colonial, aterrorizó los mares del Atlántico. Se rumoraba que, cuando hundieron su barco cerca de una isla misteriosa, parte del oro robado se encontraba dentro de este.

El explorador entusiasmado reunió a un equipo de expertos y consiguió el dinero para comprar el equipo que utilizaría para encontrar tan preciado tesoro; estaba plenamente convencido de que tendría éxito en donde muchos habían fracasado.

Durante su viaje por el océano, se encontraron con muchas dificultades; el mar nunca se mantuvo en calma, olas inmensas golpeaban la nave; el viento era tan fuerte que, muchas veces, pensaron que se hundirían, como los que anteriormente habían intentado encontrar el tesoro.

Parte de la tripulación se enfermó misteriosamente y, aunque ninguno murió, el temor a que les pasara algo los mantenía preocupados día tras día, más aún porque sentían que el viaje para llegar a la isla misteriosa se hacía cada vez más largo.

De repente, el vigía que estaba en lo más alto de la nave dijo: –¡tierra a la vista!–, y todos en el barco sintieron un alivio, al ver que habían encontrado la isla misteriosa. Les llamó mucho la atención que esta estaba rodeada de una niebla espesa, que la hacía ver terrorífica.

Ya en la isla, se encontraron con muchos esqueletos de otros exploradores que habían intentado encontrar el tesoro; sin duda, esto los asustó; pero no se detuvieron y siguieron adelante. Se adentraron en la selva espesa y cruzaron ríos con corrientes muy fuertes, hasta que llegaron a una parte donde entraba el mar, formando una hermosa laguna de aguas cristalinas.

Debido a lo profundo de la laguna, se dispusieron a utilizar sus trajes de buceo para poder sumergirse y explorar las aguas donde el mapa marcaba el supuesto lugar del tesoro.

Tremenda fue su sorpresa cuando, al sumergirse, observaron la gran cantidad de tiburones que rodeaban el barco pirata, por lo que decidieron subir de inmediato a la superficie; ahora tenían que idear una forma de poder alcanzar su objetivo.

Decidieron utilizar un submarino a control remoto, el cual contaba con brazos mecánicos, con los cuales esperaban sacar a flote cualquier cosa que pareciera ser un tesoro. Luego de unas horas, lograron encontrar varios cofres cerrados, los cuales subieron cuidadosamente a la superficie.

Una vez en su barco, abrieron los cofres, los cuales estaban llenos de oro y joyas preciosas. Tal era la alegría de todo el equipo, que no prestaron atención a una inscripción que decía: “todo aquel que intente tomar estas riquezas, no encontrará la felicidad”.

Luego de eso, se supo que, a pesar del dinero, los miembros del equipo nunca fueron felices; siempre estuvieron rodeados de problemas; la tristeza era su fiel compañera.

Fin