Dorita y la motocicleta
En un bosque muy lejano, habían muchos animales que veraneaban alegremente. Dorita era una liebre pequeña que nunca se separaba de su hermano mayor Tiburcio; pero, a medida que fue creciendo, comenzó a alejarse un poco de él. Ella quería ser más veloz, ya que su hermano era demasiado rápido y siempre la dejaba atrás.
Pensó que, tal vez, con una motocicleta avanzaría más rápido y así llegaría antes que las demás liebres al claro del bosque. Dorita fue hacia donde estaba Tiburcio y le pidió que le comprara una motocicleta, pero él se enojó y le dijo: – no hermanita, las motocicletas no están hechas para nosotros y puedes sufrir un accidente; no quiero que te suceda nada malo. Además, como liebres, somos rápidas en la tierra y estamos más seguras allí, ¿no te parece? –
Dorita no hizo caso y salió dispuesta a utilizar la primera motocicleta que encontrara, para irse a pasear por el camino del claro del bosque. Cuando por fin encontró una, Dorita se detuvo; ella estaba realmente maravillada de la excelencia de aquella moto.
Al pararse frente al almacén del bosque, se dio cuenta de que una comadreja le estaba mirando a través de una ventana tan transparente, que Dorita la veía como se ve a un pez en una pecera. Era una comadreja vieja y de pelaje rojo; su rostro tenía una expresión tenebrosa.
Lo cierto es que mientras Dorita contemplaba a la comadreja con rostro de susto, esta observaba a Dorita como a una de sus víctimas para venderle la motocicleta. De repente, la comadreja sonrió moviendo la cabeza, hizo un gesto a Dorita para que entrara y se reunió con ella en la puerta de su almacén. – ¡Es muy hermosa esta motocicleta!, ¿cierto? – dijo la comadreja, suspirando. – ¿No te gustaría ver cómo corre? – Y así fue como Dorita recorrió con la comadreja, quien pilotaba la motocicleta, desde la llanura hasta lo alto de la montaña. Todo lo que había en ella era perfecto en su estilo y Dorita manifestó su gran admiración. – Esta motocicleta es en verdad muy hermosa; si yo la tuviera, me pasaría el día corriendo –, dijo Dorita.
– No hay ninguna razón por la que no puedas tener una moto en todo semejante a ésta, y aún más hermosa, si así lo deseas. ¿Posees algunas monedas, no es cierto? –, dijo la comadreja.
Dorita respondió: – Tengo cincuenta monedas, pero una motocicleta como esta costará más de eso –. – Lamento que no tengas más, pero no te preocupes, será tuya por cincuenta monedas –, dijo la comadreja. – ¿La motocicleta? –, preguntó Dorita.
– ¿No me crees? –, Dijo la comadreja, – llévatela y conviértete en la liebre más rápida del bosque –.
Así fue como Dorita consiguió la motocicleta y se preparó para lo que sería la primera gran aventura de su vida.
La pequeña liebre Dorita se subió en ella y salió con tal velocidad, que tuvo un accidente; muy asustada, regresó a casa y le dijo a su hermano: – tenías razón Tiburcio, no vuelvo a desobedecerte, de verdad que nunca más lo haré. Ya me di cuenta que las motos no son para nosotras las liebres. Aprenderé a aceptarme como soy –.
Tiburcio le respondió: – No se trata de engañarnos a nosotros mismos, ni de crear una falsa imagen de nuestra identidad. ¿Por qué no aceptarnos tal cual somos, con nuestras virtudes y flaquezas? Nadie es perfecto, pero en la medida en que nos reconozcamos y nos aceptemos, tendremos más herramientas a nuestra disposición. Fortaleciendo nuestro propio juicio, será más fácil independizarnos de lo que piensan los demás. –
Dorita aprendió a aceptarse a sí misma y ella, su hermano y amigos fueron felices para siempre.
Fin