Esmeralda y los duendecitos
Había una vez una niña llamada Esmeralda, que vivía en el bosque.
Un día, pasó por un puente debajo del cual había una cueva misteriosa; al darse cuenta de esta y presa de la curiosidad que le inspiraba ese sitio, la niña decidió entrar.
Allí encontró muchos rubíes y diamantes, ¡qué sorpresa más grata!; pero lo que no sabía es que esas majestuosas joyas pertenecían a unos duendecitos y que, si alguien las tomaba, estos mágicos personajes lo seguirían. Ignorando esto, Esmeralda los tomó.
Cuando llego a su casa, la niña sintió que alguien la seguía. Al girarse rápidamente para ver quién era, pisó por accidente a uno de los duendes. En los que los ve a todos, empieza a correr; pero ellos le gritaron: – ¡no temas!, no te haremos daño, somos muy buenos–.
Al escucharlos y compartir con los duendes, Esmeralda se encariñó mucho, por lo que decidió llevarlos a su cuarto para así poder jugar siempre con ellos.
A partir de entonces, fueron los mejores amigos.
Fin