La oveja negra de la familia
Desde muy pequeño, un niño llamado Nestor solía escuchar a su mamá decirles a muchas personas: – ¡es la oveja negra de la familia!
Al escucharla, el niño pensaba en el mamífero cuadrúpedo rumiante que se pastorea y del cual se aprovecha su piel, carne y leche; además, se utiliza su lana para la confección de prendas de vestir, fabricación de alfombras, mantas, entre otros. Por otra parte, aquella expresión le causaba un poco de extrañeza, por cuanto creía que solo existían ovejas blancas. Tal vez suene increíble, pero Nestor pensaba realmente en ese animalito cuando escuchaba esa frase, aunque nunca había tenido el privilegio de verlos en persona para tocarlos; quizás este hecho alimentaba aún más su curiosidad.
Al transcurrir los días después de escuchar a su mamá hablar de la ¡oveja negra de la familia!, Nestor empezó a imaginarse un extenso campo lleno de vegetación, con grandes colinas y florales (muy bonitas por cierto), repleto de ovejas blancas y, entre todas ellas, una sola negra. Esa imagen mental le dio sentimiento al niño; este pensó que la ovejita negra se sentía diferente; siempre se preguntaba a sí mismo: – ¿por qué?, ¿será que a ella le incomodaba ser así?, ¿qué pensaban las otras ovejas blancas? –. Imaginaba a todas juntas, como si estuvieran conversando, y a la oveja negra apartada.
Una mañana, Nestor se sentó en un sofá ubicado en el portal de la casa y estaba tan cansado, que se quedó profundamente dormido. Soñó que se encontraba en el campo y veía a las ovejas blancas correr y a la oveja negra apartada; le silbó para ver si se le acercaba y, como pensó, ella tenía miedo; así que la animó a que se acercara, insistiendo hasta lograrlo. El pequeño le preguntó enseguida:
– ¿Qué te pasa? –
– ¡Estoy triste! –
– ¿Y por qué estas triste, ovejita negra? –
– Quiero ser blanca como las otras ovejas; me siento diferente y percibo que no me quieren –
– ¿Cómo puedes decir eso? ¡Eres tan linda como las ovejas blancas, solo que de otro color; de hecho, sobresales de entre todas –
La ovejita negra le contó que todas las mañanas salía a saltar en las colinas para poder alcanzar las nubes blancas para que se le pegara su color. Cosa que no lograba porque, al tocarlas, estas se desvanecían. Nestor le dijo:
– Mira las nubes, no están creadas para pintar. Sin embargo, ellas nos facilitan otras cosas fantásticas y necesarias, como la lluvia y la nieve –.
– ¡Yo pensé que me podrían pintar! –, dijo la ovejita negra un poco triste.
– ¡Sabes, eres increíble! Pienso que todas se apartan por alguna otra razón y no porque seas diferente. Por ejemplo, cuando veo a todas las ovejas juntas, solo me fijo en ti, la ovejita negra, y en lo bonita que eres. Ponte a pensar que, si utilizan tu lana para hacer alguna prenda de vestir, esta no será del mismo color de las otras, ¡será diferente y única! Todas las demás ovejas deben tener celos de ti –
– ¿Crees que realmente sea así? –
– ¡Pues claro! De entre todas, tú siempre serás a la que me gustará ver; nunca tendré que buscarte porque serás a la única que siempre encontraré, ¿y sabes por qué? ¡porque eres especial, mi querida ovejita negra! –
La ovejita negra se puso tan feliz que comenzó a saltar de alegría. Le dijo a Nestor que nunca más se sentiría triste porque ahora sabe que es ¡especial!
Al día siguiente, después de haber soñado toda la noche, el pequeño le contó a su mamá. Le dijo que cuando la escuchaba decir ¡la oveja negra de la familia!, imaginaba que era el mamífero cuadrúpedo que conocía de la televisión y del cual había escuchado en sus pocos años de vida.
Al escucharlo, ella le respondió de forma burlona y riéndose: – ¡ja, ja, ja, ja!; no mi niño, con la expresión ¡la oveja negra de la familia! nos referimos a una persona que se porta mal, que se mete en problemas y a la cual hay que estar vigilando para que haga las cosas correctamente –.
Escuchando a su mamá Nestor entendió que debe portarse bien para que no le digan que es ¡la oveja negra de la familia! Además, aprendió que no somos diferentes; cierto, todos tenemos algo especial, pero somos iguales en lo fundamental.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Fin