EL BOSQUE ENCANTADO
Había una vez, una niña de 12 años llamada Erika, que le gustaba vivir aventuras sin límites.
Un día, la niña quiso explorar “La Cascada Encantada”, pues sus amigos y familiares le habían comentado que ese lugar cumplía los mayores deseos. Comenzó a armar su maleta para poder partir a esa aventura que tanto había deseado vivir.
Sin ninguna duda, empezó a caminar rumbo al bosque mágico, pues ahí se encontraba la famosa cascada; pero algo, mejor dicho, alguien, hizo que Erika detuviera su transitar.
– ¡¿Para dónde cree que va usted, señorita?! –, preguntó enfáticamente Alejandra, la mamá de Erika.
– ¡Voy a vivir una nueva aventura!, pero esta vez en el bosque mágico –, respondió con emoción Erika.
– Bueno, está bien Erika, pero ten mucho cuidado, ¿sí? –, le dijo su mamá.
– ¡Sí mami, te lo prometo! –, exclamó la niña.
Se despidió de su mamá y emprendió nuevamente su camino al bosque mágico.
Ya cuando había llegado a la entrada, dio un respiro profundo para calmar su emoción.
Entró con una amplia sonrisa, pero, al instante, esta se borró, pues se encontró con algo que era todo lo contrario a lo que ella imaginó. Había basura tirada por todas partes, rastros de plantas muertas y, sobre todo, ramas de árboles secos.
– ¡Pero, ¿qué pasó aquí?! –, exclamó con cierto tono de decepción la pequeña.
Siguió caminando y, poco a poco, la basura fue disminuyendo. De repente, sus ojos se abrieron muy grandes; había encontrado un puente con muchos destellos.
– ¡Oh Dios, pero que bonito, esto sí es lo que yo imaginé que encontraría! –, gritó con entusiasmo Erika.
Cruzó el puente y, con lo que vio, la pequeña niña ya no tenía ninguna duda de que el bosque encantado existía.
– ¡Oh, esa es la cascada! –, exclamó para ella misma.
Se acercó al lugar, tomó agua con las manos y la bebió.
– Esto sí que es mágico –, dijo Erika.
Se levantó del césped y se quitó sus zapatillas; cogió impulso y se tiró a la cascada.
– ¡Esto es muy divertido! –, gritó Erika.
Salió del agua y se secó.
– Bien, es hora de mi deseo; no me puedo ir de aquí sin pedir mi maravilloso deseo –, pensó Erika.
– Deseo poder regresar a casa, con solo aplaudir –, dijo en frente de la cascada.
Aplaudió y nada pasó.Volvió a aplaudir y seguía sin ocurrir nada.
– Pero, ¿qué pasa? ¿por qué aún no me voy? –, se preguntó extrañada. En ese momento, Erika recordó que su amiga le había dicho que debía pedir su deseo con el corazón.
– Deseo poder salir de aquí para poder ver a mi familia y seguir viviendo más aventuras –, susurró con los ojos cerrados.
El cielo se nubló y, de repente, apareció en su casa.
– ¡Mami, llegué de mi aventura! –, gritó la niña.
Su mamá bajó por la escalera y sonrió al verla sana y salva. Rápidamente, corrió y la abrazó.
– Te quiero mucho, hija –, dijo su mamá.
– Yo también mami –, respondió la niña.
Y así terminó una de las muchas aventuras que vivió Erika.
FIN