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Gabriela Zulany Cedeño Vega - 6 Grado

EL MUNDO PERDIDO


El mundo perdido - Lecturas Ferrini Panamá

Érase una vez, en un país muy lejano, lleno de montañas y verdes valles, vivían dos hermanitos que se querían mucho; sus nombres eran Paula y Tomas.


Ellos vivían con su tía Estela y su prima Ámbar; esta última se creía mejor que ellos solo porque tenía cosas más bonitas. Los hermanos se sentían muy tristes.


Un día, Paula y Tomas fueron al jardín a sembrar árboles frutales, mientras Ámbar se la pasaba maquillándose y jugando. De repente, los hermanos dijeron: – ¡ya no más! –, y le tiraron una pelota que rebotó en la ventana de su prima. Ámbar los miró y dijo: – ¡me las van a pagar! –


Paula y Tomas salieron corriendo por el bosque, perseguidos por Ámbar. Mientras huían, Paula le dijo a su hermano: – por allí hay un caminito, vamos a tomarlo –. Ámbar los siguió.


Los dos hermanitos vieron una cascada al final del camino y, sorprendidos por su encanto, decidieron ir a ese lugar. Al llegar, encontraron un maravilloso mundo perdido en el que habían elefantes pequeños, abejas enormes, mariposas descomunales, aves inconmensurables y cualquier cantidad de peculiaridades.


Ámbar, que estaba tan enojada, no sabía que el mundo perdido estaba en ese lugar y dijo: – ya los encontré –, y, al entrar, gritó: – ¡Aaaaaa! –, porque ella no podía creer lo que tenía ante sus ojos.


Los dos hermanitos podían comunicarse con todos los animales porque eran muy gentiles; en cambio, Ámbar era muy mala con ellos dos, así que no se podía entender con ninguna de las criaturas de ese lugar, hasta que se volviera buena de corazón.


Paula y Tomas se encontraron a un poni que los llevó a pasear por un gran y hermoso arcoíris. Ámbar no podía hacer nada en el mundo perdido, así que se sentía mal. Los niños le dijeron: – ¿vienes con nosotros? –, y ella exclamó: – ¡no puedo ir!, yo no me puedo comunicar con los animales; además, he sido muy mala y grosera con ustedes; les prometo que seré una mejor persona –. Ella decidió subir al poni y fueron a dar un paseo.


Mientras estaban de paseo, vieron dentro de un gran agujero unos dinosaurios gigantes peleando y unos monos enormes con sus crías, pero el hoyo era gigantesco, tanto que parecía un mundo dentro de otro; los dinosaurios eran tan grandes y con el cuello muy largo, que sacaban la cabeza por el agujero y se alimentaban de las plantas.


También habían grandes pájaros con picos muy largos y ojos inmensos, que al mirar parecían dos lunas llenas alumbrando una noche oscura; aunque lo más impresionante fue que, entre el mundo mágico y el agujero de los dinosaurios, había una casita en una roca gigante de diamante. Al llegar a la casita, los niños se encontraron con muchos chocolates y malvas. De pronto, apareció un hada mágica y en ese preciso momento los niños, Paula, Tomas y Ámbar, se dieron cuenta de que estaban muy emocionados juntos y sin diferencias. Ámbar entendió que la amistad va más allá de las diferencias.


Al final, les sobresaltó una misma angustia, ya que habían recorrido tanto que se encontraron perdidos y sin saber el camino de vuelta a casa. Todos decidieron pedirle ayuda al hada mágica, quien a su vez les felicitó por lo bien que se llevaban y, en un abrir y cerrar de ojos, los llevó a su hogar.


Los niños nunca contaron lo sucedido. Desde ese día fueron muy unidos y, para asombro de todos, Ámbar se volvió una niña buena, amigable y generosa.

Fin.


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