LAS HERMANAS
Todo comienza una linda mañana de verano en 1985, cuando nacieron dos hermosas niñas con cabello castaño y ojos verdes como la esmeralda. Samanta y Sara eran gemelas, sus padres contaban con una excelente posición social y, además, todos estaban muy unidos como familia.
Entre ellas existía una conexión impresionante, ya que una sentía lo que le pasaba a la otra y viceversa. Ellas tenían muchas aventuras, tanto buenas como malas.
Una vez, Sara le hizo una broma tan pesada a su maestra que la suspendieron durante seis días; ella era la más rebelde; en cambio, Samanta era muy introvertida, casi no hablaba con nadie.
A Samanta le gustaba un chico que tenía su misma edad, 14 años; su nombre era Andy, pero, como era tan tímida, no se atrevía a hablarle. Sara, que también gustaba de él, organizó una fiesta en su casa y lo invitó, junto a todos sus amigos; en esa fiesta, Sara tenía pensado avergonzar a su hermana solo como una mala broma.
Esa noche, Samanta se arregló como nunca, se puso un vestido que le había regalado su mamá; realmente se veía deslumbrante. Al hacer su entrada en la fiesta, Andy quedó estupefacto, todos empezaron a bailar a excepción de ellos dos. A Sara le molestó muchísimo todo eso, así que tomó el ponche y se lo tiró encima a su hermana; todos sus amigos se rieron, incluido Andy. Desde ese momento, ellas no volvieron a hablarse más.
Pasaron los años y ellas tomaron caminos distintos, una se fue a estudiar a Estados Unidos y la otra a Francia. Ambas sentían siempre un vacío, pero nunca pensaron que era porque se hacían falta una a la otra. Después de 15 años, cansados ya de nunca poder estar con sus dos hijas juntas, sus padres decidieron intervenir. Las llamaron y les dijeron a cada una que había una emergencia en el hogar y que debían volver inmediatamente; ninguna dudó, ya que, a pesar de todo, eran muy respetuosas y obedientes con sus padres. Al regresar, se encontraron solas en esa enorme casa. Como parte del plan para arreglar las cosas, sus padres decidieron encerrarlas.
Al principio, actuaban como dos extrañas, pero luego, se dieron cuenta de que el vacío que sentían era por causa de su distanciamiento. Luego de darse cuenta de que la conexión entre ellas seguía intacta, no dudaron en abrazarse y empezar a llorar; se juraron jamás volver a pasar por aquello, ambas estaban muy arrepentidas.
Fin.
Moraleja: nunca debemos pelearnos con nuestros hermanos, ya que ellos son parte de nosotros; nos complementan de una u otra forma.