AMOR ETERNO
Había una vez, dos amigos de la infancia que crecieron juntos toda su vida. Los dos estaban enamorados entre sí, pero nunca se dijeron que se amaban.
Después de que se graduaron de la secundaria, ambos tomaron caminos diferentes. Transcurridos 10 años, cada uno ya había formado su familia por su cuenta y tenían sus propios negocios.
Gustavo se fue con su familia de vacaciones a su antiguo país. Cuando regresó, comenzó a trabajar y, después de una semana, se encontró con algunos amigos de la secundaria.
Estando reunido con sus amigos, lo llamaron de un hospital informándole que su esposa había tenido un accidente y se encontraba en estado crítico. De camino a su auto, vio a su antigua amiga de la infancia, pero no la reconoció.
Al llegar al hospital, el doctor le dice: – su esposa tiene pocas probabilidades de sobrevivir –. El hombre sentado y llorando vio llegar a su antigua amiga, quien se sentó a su lado. Él le preguntó: – ¿qué te ha pasado? –, y Lucía, su antigua amiga, le contestó: – mi esposo acaba de morir –.
Mientras conversaban, llegó el doctor, quien le informó a Gustavo: –necesitamos operar urgentemente del cerebro a su esposa –; – solo hay un 10% de probabilidades de que sobreviva –, continuó. Después de varias horas, el medico salió del quirófano y notificó que la señora había fallecido por complicaciones surgidas durante la intervención.
Seis meses después, Gustavo contactó con Lucía y se encontraron para hablar. Comenzaron a recordar todo lo vivido en secundaria; los agarró la noche. En ese momento, Gustavo recibe una llamada de su trabajo en la que le informaron que debía presentarse a primera hora en las oficinas.
A la mañana siguiente, al llegar al trabajo, le informan que la empresa está sufriendo una recesión y que deben poner todo de su parte para recuperarse. Temeroso de perder su empleo, Gustavo se dedicó día y noche a su trabajo y descuido a Lucía.
Pasadas las semanas, Gustavo logra recuperar el estado normal de la empresa y contacta a Lucía para comunicarle que se iba del país. Al ver que le decía eso, Lucía se quedó impactada.
El día del vuelo, Lucía decide confesarle que lo amaba, así que tomó un taxi para el aeropuerto, pero el tráfico le impidió llegar a tiempo. – ¡Lo he perdido otra vez! –, exclama desconsolada Lucía.
Tiempo después, durante una hermosa mañana de otoño, Lucía tomaba un suave y caliente café, mientras miraba el horizonte a través de la ventana de su pequeña casa. Las hojas caían como meciéndose por la suave y fría brisa. De la impresión se pone de pie, ¡Gustavo estaba frente a ella! Con los rayos del sol alumbrando su blanco rostro, le sonríe suavemente y la invita a caminar.
Nunca más se separaron.
Fin.