EL COMPAÑERISMO

Érase una vez, un niño que todo lo quería hacer solo; este se llamaba Juanito.

Un día, su padre lo mandó a arreglar el techo; su hermano mayor lo quería ayudar, pero el niño se negó.

El hermano le dijo que tuviera cuidado porque se podría caer del techo; el niño lo ignoró y, al rato, se cayó y se rompió un brazo y una pierna; sin dudarlo, su hermano corrió a toda prisa para ayudarlo.

El padre y la madre lo llevaron al hospital; el niño entendió que no todo lo tenía que hacer solo, que no hay nada de malo en pedir ni recibir ayuda.

Tiempo después, conoció en el hospital a otro niño llamado Pedrito, con quien conversaba durante los tres meses que permaneció internalizado en el centro de salud. Luego de esos largos días de descanso, por fin fue dado de alta.

Pedrito se mudó a la barriada de Juanito; estos jugaban todos los días hasta que, por razones ajenas a su voluntad, Juanito tuvo que cambiarse de vecindario.

Pedrito se puso muy triste, pero Juanito le dio su número telefónico para que pudieran estar en contacto; también se lo dio a sus otros amigos, Alexander y Ernesto.

La amistad de estos niños fue para siempre; incluso después de ser adultos y formar cada uno sus familias, seguían en contacto, compartiéndo y apoyándose de forma incondicional.

Cada uno de ellos se aseguró de enseñarles a sus hijos el valor de la amistad verdadera.

Fin.