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  • Ernesto Pinillo - 6to Grado A

EL OSO Y EL PINGÜINO


El oso y el pingüino - Lecturas Ferrini Panamá

Érase una vez, en algún lugar del frío ártico, habitaba un oso llamado Polar; su mejor amigo era nada más y nada menos que Pigüi, el pingüino.


Ambos vivían junto con sus familias en un hermoso glasear frente al mar, con espacios para que los pingüinos se deslizaran en el hielo y los osos nadaran y nadaran hasta el cansancio, pero, lo más importante, en este abundaban los peces y focas, así que tenían el alimento asegurado.


Un día, todos se encontraban jugando con gran júbilo en su hogar hasta que se percataron de la visita de unos extraños; pues eran unos gigantes de acero que flotaban en el mar con unas grandes pinzas.


Pigüi y Polar se mostraron asombrados por estos, ya que nunca habían visto algo igual. Mientras Polar seguía admirado mirando a sus visitantes, Pigüi le dijo muy asombrado:


- Polar, míralos, son enormes. Mucho más que las ballenas -.


Polar le respondió: - tienes toda la razón amigo, me pregunto si serán amigables -.


En ese momento, ellos pensaron que lo habían presenciado todo, hasta que vieron a unos pequeños individuos saliendo de esos gigantes de acero.


Polar le dijo a Pigüi: - ¡Oh, mira a esas criaturas tan extrañas! –.


- Sí, además, su pelo es raro, tendrán mucho frío -, le contestó su amigo.


Al llegar los extraños visitantes, al principio, los animales no los veían como una amenaza, pues solo reposaban sobre el mar con sus barcos, hasta que un día vieron que los extraños tiraban sus redes al mar en busca de peces, capturaban a las focas e, incluso, el agua empezó a tornarse negra, ocasionando que los osos no pudieran hacer sus carreras acuáticas como lo solían hacer antes de la llegada de los extraños visitantes.


Los días pasaron y la comida empezó a escasear. Los dos amigos se reunieron muy preocupados y hablaron:


- Polar, tengo mucha hambre –


- Yo también, Pigüi; son pocas las focas que he podido conseguir; además, mira a los demás, están muy tristes desde la llegada de los extraños. Esto no puede seguir así, debemos hallar una solución –


- Tienes razón, pero no sabemos que hay más allá del glasear. ¿Y si hay monstruos allá? –


- Ahora que lo dices, es cierto, ¿y si hay extraños peores que los que tenemos acá? –


- Mira, mira eso que surca el cielo, tiene una piel resplandeciente –


Mientras estos dos amigos compartían sus temores, en el cielo apareció un ave deslumbrante, con un plumaje blanco y un pico extraño. Era Yago, el búho. Este voló en círculos cerca de Polar y Pigüi; luego, se acercó a ellos y les dijo:


- Pero, ¿qué ha pasado aquí? Esto debe ser obra de los hombres. Sus horribles máquinas solo destruyen nuestro hogar –


Polar le pregunta: - ¿Ya los conoces? –


- Claro, pues hicieron lo mismo en el sitio donde vivo –


Pigüi comenta muy preocupado: - Esto es horrible, sabía que ellos no eran de fiar. Si antes sentía miedo, ahora tengo mucho más -.


Polar le dijo: - Calma amigo, sé que podremos salir de esta -.


Yago le respondió: - Tu amigo tiene razón, aún hay esperanza, es muy temprano para rendirse. Allá, fuera del glasear, hay muchos horizontes que nos pueden ofrecer un nuevo hogar -.


Pigüi preguntó: - Pero, ¿no habrán monstruos que nos ataquen?


Yago contestó: - No lo sé, pero podemos intentar averiguarlo –.


- Está bien; además, no hay otra opción -, dijo Polar.


Entonces, Pigüi y Polar reunieron a sus familias y partieron en busca de un nuevo hogar. Al principio, todos estaban temerosos de salir del lugar al que siempre llamaron hogar, pues habían permanecido ahí toda su vida. No obstante, se marcharon con la firme convicción de que alcanzarían su meta.


Se enfrentaron a ventiscas heladas y animales peligrosos, hasta que vieron un destello que los alumbró; era el reflejo de sol en el hielo y Pigüi se mostró asombrado. Este le señaló a Polar aquella luz resplandeciente y ambos corrieron; cuando llegaron a elle, se encontraron con el lugar perfecto para poder vivir.


Todos estaban felices con su nuevo hogar. Todos tenían los peces y focas que pudieran desear. Finalmente, Pigüi y Polar volvieron a sus carreras acuáticas.


Su felicidad nunca más se vio interrumpida.

Fin.

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