EL MILAGRO DE BRUNO, EL LABRADOR
Había una familia muy adinerada que vivía en la costa sur, a la cual le gustaba presumir sus variedades de cachorros de raza pura.
Una tarde, decidieron comprar una nueva mascota para su hijo menor, que se encontraba en recuperación de un accidente de auto. La mascota fue un tierno cachorro labrador de color café y de ojos brillantes, que se ganó el cariño de todos los miembros de la familia menos de su dueño, ya que este estaba deprimido y se molestaba por todo.
Por razones laborales, la familia tuvo que mudarse, ya que al padre lo nombraron embajador en Suiza; por lo tanto, dejaron a las mascotas y su residencia al cuidado de los empleados, quienes no le brindaban amor ni atención.
Una noche lluviosa con abundantes truenos y relámpagos, el cachorro más nuevo de la familia, Bruno, asustado por los ruidos de la tormenta, escapó desorientado de los perímetros de la propiedad de sus dueños, vagando por las calles, puentes y basureros de la ciudad en busca de refugio y comida. Finalmente, llegó a una comunidad cercana llamada Versalles.
La mayoría de los residentes de esa zona eran adultos mayores, quienes necesitaban de compañía; el cachorro labrador no pudo llegar a un mejor lugar.
La señora Chila, conocida como doña Chila, y su esposo se encargaron del cuidado y bienestar de Bruno, que se encontraba lastimado luego de vagar por las calles. Era tanta la necesidad de doña Chila y su esposo de llenar el vacío de soledad, que se encariñaron con Bruno.
El cachorro fue creciendo con el pasar del tiempo y, a la vez, este protegía mejor a sus nuevos amos.
Una mañana calurosa llegó el repartidor de periódico, llamado Pedro, a la casa de doña Chila, con un anuncio en primera plana que mostraba una recompensa de B/. 5,000.00 a quien entregara o diera información para recuperar a Bruno. Al leer esta columna, la pareja se conmovió; se le llenaron de lágrimas los ojos y de tristeza el corazón, ya que Bruno era más importante para ellos que la misma recompensa ofrecida. No obstante, la honestidad de estas personas era inquebrantable.
Al día siguiente, la pareja fue a la residencia de donde se había escapado Bruno para hablar con los dueños, no para reclamar la recompensa, sino para pedir que le vendieran a la mascota. Para la sorpresa de los abuelos y como agradecimiento a su buena acción, los miembros de la familia decidieron compartir a Bruno, ya que se veía el gran afecto que este les tenía al par de ancianitos.
Hasta una mascota sabe que el cariño de un hogar y el amor que demuestran sus seres queridos en el entorno que les rodea vale más que una casa llena de lujos y juguetes. Hay que valorar lo que nuestros padres nos pueden dar, pero mucho más el tiempo que nos dedican y cariño con el que nos tratan.
Chapulín colorado, este cuento se ha acabo.
Fin.