EL MILAGRO DE ENRIQUE
En una tarde de verano, una familia se fue a acampar en un bosque de la provincia de Darién. Esta estaba formada por la señora Magda, el señor Pedro y su pequeño niño Enrique, quien no podía caminar debido a una enfermedad que sufrió después de los dos años.
Mientras viajaban en el carro, el padre de Enrique preguntó:
— ¿Qué les parece este lugar? —
— ¡Es muy lindo! —, respondió la señora Magda.
Después de varias horas de camino, los tres llegaron a su destino. Los padres bajaron del carro y enseguida ayudaron a Enrique, quien quería pasear por el bosque en su silla de ruedas. El viento acariciaba las mejillas del pequeño y, a la vez, un pájaro se posó en su mano.
En ese momento, Enrique le dijo:
— ¡Hola hermosa ave!, ¿Cómo te llamas? —
Enrique se llevó una sorpresa cuando escuchó al ave responderle:
— Mi nombre es Lucero; ¿Cuál es tu nombre? —
— Mi nombre es Enrique, ¿Pero tú hablas? ¿Cómo es posible? —
— Sí. Bienvenido al bosque mágico, Enrique. La reina del bosque me mandó a buscarte —
— ¿Quién es la reina? —, preguntó Enrique.
—La virgen María, como la conocen algunos niños buenos como tú. También se le llama la Guadalupe, la Virgen del Carmen, la Virgen de Fátima, entre otros nombres —
Los dos emprendieron el camino hacia el castillo. La alegría de Enrique era muy grande. En la entrada y por todo el castillo, muchos ángeles custodiaban el lugar.
En ese momento, Enrique sintió una fragancia desconocida, pero muy agradable.
— ¿Lo sientes Enrique? —, preguntó Lucero.
— ¡Sí, sí lo siento! —
— Es un perfume de amor, humildad, cariño y respeto a tu prójimo; este proviene de ti —
— ¿De mí? —, preguntó Enrique sorprendido —
— Sí, de ti —, se escuchó a lo lejos una voz suave y dulce.
— ¿Usted es la Virgen María? —, tartamudeó el niño. Enrique no tenía duda de que esa presencia solo podía ser de la Virgen.
— Sí —, respondió, — y por ser un buen niño, te concedo un milagro —, continuó.
— Deseo poder caminar —, dijo Enrique.
— Pues párate —, le respondió la Virgen.
Enrique se paró y pudo caminar.
— Ahora, ve con tus padres —, le dijo la madre de Dios.
Enrique corrió por el bosque hasta llegar donde estaban sus padres, quienes, al verlo correr, rompieron a llorar de alegría; entre lágrimas gritaron:
— ¡Hoy hemos comprobado que los milagros existen! ¡Solo es necesario pedir con fe! —.
Fin.