LAS AVENTURAS DE JUANITO
Había una vez, en las montañas del Darién, un niño llamado Juanito. A él le encantaba jugar con sus amigos y familiares.
Cuando estaba de vacaciones, sus padres quisieron llevarlo a que se divirtiera en el “Playland Park”, en donde habían muchas atracciones; pero a Juanito no le interesaba ésos juegos, ya que, a su juicio, eran muy peligrosos y a él le daba mucho miedo el montarse en esos aparatos ruidosos y con una velocidad tan alta.
A pesar de que Juanito no quería ir al parque de diversiones, sus padres lo llevaron en compañía de sus amiguitos. Los pequeños decidieron montarse en la gran montaña rusa. A Juanito no le gusto para nada y gritaba que por favor lo bajaran del aparato.
Continuaron recorriendo el parque para ver si le interesaba montar otro aparato que no diera tanto miedo. Encontraron los carritos locos; todos sus amiguitos se montaron, pero Juanito dudaba tanto que corrió hacia su papá a preguntarle si era seguro; este le dijo: — Juanito, jamás te traería a jugar a un lugar peligroso, ni mucho menos te montaría en un aparato que te pueda causar daños —. Juanito se montó y pudo divertirse, sin embargo, aun así, seguía sin gustarle ese tipo de juegos.
Al irse del parque de diversiones, dejaron a sus amiguitos en sus respectivas casas; muy contentos, todos les contaron a sus padres la maravillosa experiencia que compartieron.
Pasaron los días y la mamá estaba bastante preocupada por no poder complacer a su hijo, así que le preguntó: — Dime Juanito, ¿a dónde te gustaría ir en tus vacaciones? —. Juanito le contestó: — llévenme a un lugar tranquilo, como a la playa o al río —. — Pero Juanito, tú aún no has aprendido a nadar —, le comentó su madre, y él le respondió: — si no me llevan, nunca voy a aprender —. Viendo la insistencia de su hijo, la madre accedió a su petición.
Al día siguiente, la mamá le dijo a su esposo lo que su hijo quería y juntos decidieron llevarlo al río. Juanito estaba muy, pero muy feliz. Una vez ahí, se puso un traje de baño nuevo y se lanzó al río en la parte más honda. Sumergido, vio a un angelito que le dijo: — yo te enseñaré a nadar, pero tienes que prometerme que siempre le harás caso a las instrucciones de tus padres —. Juanito asintió y, de repente, milagrosamente nadó como todo un profesional, cosa que, hasta el día de hoy, los padres no se explican.
Juanito descubrió por fin lo que realmente lo llenaba, así que se dedicó a entrenar y a competir en natación, su nueva pasión.
Fin.