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Adriana Acosta – 8vo Grado

¡TE CONOZCO!


Lecturas Ferrini Panamá - Te Conozco

Entonar una canción no me costaría nada,

ser feliz no me costaría nada,

pero si tú no estás mi vida se acabaría.

Te conocí un día en la plaza, lucías un vestido azul

y en eso te pregunté: ¿quién eres tú?

Con una voz hermosa, tan dulce como la miel,

dijiste tu nombre, mujer.

Cuando lo mencionaste no presté atención,

pues cada una de sus letras sonaban como una canción.

Lo dijiste una vez más, ésta vez más fuerte,

y, al oírte, no pude dejar de verte.

Tu cabello era gris y ondulado, casi hasta los pies;

tan blanca, tan pálida, así era tu piel.

Tus ojos grandes y de un violeta intenso;

que alguien como tú existiera, eso no podía creerlo.

Me armé de valor y me senté a tu lado;

vi que tenías un libro, lo sostenías muy de cerca,

bajo la sombra de un árbol

sintiendo la brisa fresca.

Empezamos a hablar, te escuchaba atentamente;

la historia que contabas la fui grabando en mi mente:

– Tres palabras: pasado, presente y futuro,

y una niña pequeña, sola en un cuarto oscuro.

Todo empezó un día de julio,

un padre y una madre, llenos de felicidad,

tuvieron una niña, a la que le dieron el nombre de Yuno;

hermosa, fuerte y llena de bienestar.

En la escuela me molestaban todos mis compañeros,

quienes pensaban en un insulto nuevo cada día;

monstruo, demonio… así ellos me decían;

y sólo hubo alguien, una persona, que me defendía.

Cabello castaño y desordenado,

ojos negros con mirada intensa;

él me levantaba del suelo…

y me hacía sentir como una princesa –

Un momento de claridad vino a mi mente cuando describió ese pasado;

yo también recordaba a esa niña hermosa.

Abrí mucho los ojos, me había dado cuenta de algo:

¡a esta mujer yo la había visto en el pasado!

– Tres años pasaron y no fui más a la escuela.

Dejé de ver a mis padres y empecé a vivir con mi abuela.

Me sentía segura y en paz,

pues no había nadie que me pudiera molestar.

Un día nublado me quedé contemplando el horizonte a través de la ventana;

Escuche tres toques en la puerta, ¡una visita inesperada!

Era mi padre a quien ya casi no rememoraba,

pero el último recuerdo que tenía, cada noche me aterraba.

Una enorme rabia empezó a recorrer mi cuerpo,

puesto que nunca quise ver a este hombre de nuevo;

vi que la abuela estaba pávida,

el desgraciado un arma en la mano llevaba.

Cuando me di cuenta había disparado,

una bala a mi abuela había atravesado.

Sin expresión alguna en la cara, una lágrima recorrió mi mejilla.

Pensé: ¿Cómo es que este demonio había tenido una hija?

Algo que finalizaría con todo sucedió en ese momento;

una cosa que acabaría conmigo y con ese sujeto;

una luz cegadora se asomó por la ventana;

fuego, humo… ¡la mitad de la casa se quemaba!

No podía ver nada, se me dificultaba respirar,

parecía en ese momento que mi vida se iba a acabar.

Y así fue… todo se había terminado;

sin embargo, hoy en día mi espíritu sigue vagando –

Esas últimas palabras me dejaron un poco asustado;

no podía ser verdad, ya que ella estaba a mi lado.

De pronto sentí algo raro, un frío sobre mi mano,

era la suya que la mía estaba atravesando…

¡Fin!

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