LOS PASTELES DE CAROLINA
Había una vez, en un pueblo vivía una chica llamada Carolina. Cuando ella regresaba de la universidad, hacía los dulces más ricos de todo el pueblo. Cada tarde, la joven vendía todo tipo de postres: pasteles, galletas, batidos, entre otros.
Pasaron dos semanas y un señor muy adinerado llamado Gustavo, dueño de la Pastelería Debut, vio a Carolina vendiendo pasteles cuando pasaba en su limosina; él se sorprendió y pensó: - Esa jovencita está vendiendo pasteles en un pequeño puesto, ¡esto tengo que verlo de cerca! -. Entonces, el señor se bajó del carro y, con mucha elegancia, le dijo a Carolina: -Señorita, yo soy el señor Gustavo, veo que usted está vendiendo pasteles, ¿dónde está su lujosa pastelería? -.
Carolina le contestó: - Yo no tengo una pastelería, ¿quiere una galleta? -.
- No tiene caso que usted venda pasteles; además, nadie compraría en su pequeño, modesto y solitario puesto -, le dijo Gustavo.
- Señor Gustavo, ¿usted, para qué vino acá, para burlarse de mí? ¡Vaya propietario!, ¿qué usted sabe?, a mí no me importa si tengo una pastelería o no, lo que realmente me interesa es la calidad y que mis clientes estén satisfechos; además, yo no vendo pasteles por el dinero, sino porque me gusta hacerlo y lo hago con amor, así que, si va a seguir con esto, se puede retirar -, le recriminó muy furiosa Carolina.
El señor se fue en su limosina a la ciudad y nunca regresó.
Después de dos años, Carolina se inscribió en un concurso de postres. Cuando llegó a la contienda, vio a los participantes; el primero se llamaba José; la segunda, Ana; y el tercero, el señor Gustavo. Carolina se sorprendió al ver al señor en la competencia, así que dijo: - ¡Tendré que tener cuidado! -.
En la primera ronda, el objetivo era preparar galletas. Carolina presentó las suyas. Estas eran de fresa con chocolate, con chispas de chocolate, extra glaseado, con doble capa de vainilla, con lluvia arcoíris y una fresa arriba. El jurado las probó y las calificaron como las mejores del mundo, pasando así a la siguiente ronda. Ana también paso a la segunda ronda gracias a sus galletas de vainilla y fresa. Por su parte, José hizo galletas de avena con chispitas de colores y el señor Gustavo unas de avena con glaseado de cereza; lamentablemente, José no logró pasar a la prueba.
En la segunda ronda, Carolina hizo helados y paletas, los cuales eran muy deliciosos. Los de Ana y el señor Gustavo también eran ricas; pero, los que pasaron a la siguiente prueba fueron Carolina y el señor Gustavo.
Durante el receso, Carolina estaba en su estudio; un rato después, salió y el señor Gustavo aprovechó y entró, probó un pedacito del pastel y le gustó muchísimo; este dijo: - Necesito esa receta -, y de inmediato copió la receta, la dejó en su lugar y se regresó a su estudio.
Cuando fue la competencia, el señor Gustavo presentó su pastel, el cual era bellísimo y, a la vez, muy delicioso. Todo el jurado y el público lo aplaudieron. Cuando Carolina vio el pastel del señor Gustavo se molestó mucho y enojada gritó: - ¡Ese pastel es idéntico al mío, se copió! -, pero el señor Gustavo argumentó que fue Carolina quien lo había copiado a él.
Los jueces no creyeron en Carolina y no tuvieron otra opción que descalificarla. Cuando esta recogía sus cosas, se le ocurrió un plan. Mientras tanto, el señor Gustavo pensaba en robarse las demás recetas.
Gustavo entró al estudio de Carolina para tomar las recetas, mientras Carolina buscaba al jurado; al encontrarlos, los llevó a su estudio y cuando el señor estaba a punto de agarrar las recetas, Carolina abrió la puerta y los jueces vieron como él robaba. Ella dijo: - Miren señores del jurado, él es el tramposo, el señor Gustavo -.
Entonces, Carolina ganó el premio y construyó una pastelería muy bonita, a la que todos iban a buscar deliciosos postres.
La Pastelería Debut del señor Gustavo fue derrumbada, este fue perdiendo dinero y se quedó en su casa, y dijo: - No volveré a cocinar nunca más -.
¡Fin!