LA PASTELERÍA MÁGICA
Había una vez, una chica llamada Priscila que tenía el sueño de crear su propia Pastelería; después de mucho esfuerzo y sacrificio, ella logró cumplir su sueño; llamó a su negocio “La Pastelería Mágica”, desde ese día empezaron a ocurrir cosas increíbles.
Luego de varias semanas, decidió llamar a su Abuela y le contó que la pastelería iba muy bien, pero había alguien que no se sentía muy contento con su trabajo y era su padre.
Su padre le decía que ese negocio no la ayudaría en nada, que dejara de hacer pasteles, pero Priscila continuó con su sueño. Su trabajo fue creciendo; sus ricos y variados sabores alegraban a las personas.
Entre sus más exquisitos pasteles estaban los de canela con cocoa, chicle con kiwi, naranja con limón, fresa con arándanos… pero el más famoso de todos era el de “Red Velvet”.
Un buen día, Priscila decidió ampliar su negocio pensando en su mascota llamada Cachito y empezó a hornear pasteles para perros; a este le encantaban. Priscila experimentó también con deliciosos pasteles de verduras y “cupcakes” de zanahorias y trozos de tomates del jardín de su abuela. Ese día fue un nuevo comienzo, ya que vio cómo su sueño se estaba haciendo realidad.
En un par de semanas, la cantidad de pedidos que recibía se había triplicado. Con ayuda de su mamá, abrió más sucursales para poder cumplir con todos los clientes que buscaban aquellos pasteles tan deliciosos.
En su pastelería ya no solo hacían pasteles, sino también helados de maracuyá, menta, chocolate con M&M, piña, coco, cereza, kiwi, vainilla, galleta, limón, entre otros.
Un día, Priscila debía entregar un enorme pedido para el cumpleaños de quien fue su primer cliente al inaugurar su local, así que fue con su compañero fiel, su perrito Cachito; luego de varios intentos de llegar al lugar de la fiesta, miró a Cachito y le dijo: - Creo que estamos perdidos -; - ¡GUAU, GUAU! -, le respondió el perrito.
Después de una hora, Priscila decidió llamar por teléfono a su abuela para comentarle que estaba perdida; esta le preguntó: - ¿en dónde estás? -. Ella le respondió: - estoy en un bosque, abuela, no llegaré a tiempo para entregar el pastel y estoy muy triste -; en eso, la abuela le dijo: - ¡sé positiva, no te voy a permitir hablar así! -. Luego de decirle exactamente donde estaba perdida, la abuela le indica que debe pasar por un puente, cruzar el árbol rosa y, luego, el campo de flores de girasol y llegara al lugar indicado.
Al llegar al lugar de la fiesta, Priscila le dio las gracias a su abuela por guiarla; - te quiero muchísimo abuelita -, le recalcó. Priscila cumplió a tiempo con el pedido y de ahí en adelante aprendió su lección de consultar todos los datos del lugar al que iba y se apoyó con más personal, al cual le designó las entregas de los pasteles.
Con el pasar de los años, el papá de Priscila reconoció su error al no apoyarla en su sueño y le dijo lo orgulloso que estaba de ella porque, a pesar de él no estar de acuerdo ella, siguió el sueño que siempre tuvo, haciendo crecer la compañía y ayudando con esta a muchas personas, quienes estaban felices por el buen trato que recibían de la joven.
Priscila, Cachito y su familia siguieron juntos durante el resto de sus vidas, siendo felices, disfrutando de los frutos del sueño de la joven: ¡La Pastelería Mágica!
Fin.