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LA NIÑA Y LA BRUJA DE ORO

  • Diana Ramos – 7mo Grado
  • 28 may 2018
  • 3 Min. de lectura

La Niña y la Bruja de Oro - Lecturas Ferrini Panamá

Había una vez, una ancianita que vivía en una casa estilo castillo antiguo con cierto aspecto tenebroso. La historia cuenta que, en más de una ocasión, la ancianita salía al jardín y los niños y adultos del pueblo optaban por tirarle piedras y palos, e insultarla llamándola bruja.


Por otro lado, una de las casas más pobres del pueblo era una chosita que se vislumbraba en las noches de luna llena, sus paredes de madera podrida estaban saturadas de pequeños huecos, a través de los cuales penetraban los rayos del sol durante el día y de la luna durante la noche, y su techo era de zinc. Sin embargo, las personas que allí vivían la consideraban el mejor palacio del pueblo. Estos eran una niña llamada Hannah de 14 años, en víspera para cumplir 15, Jorge de 7 años, Milagros de 5 años, Lía de 4 años y Cletus de 3 años, todos hermanos.


Como todos los días, Hannah caminaba junto con sus cuatro hermanos a la intersección de la calle tercera, a vender los productos que ella misma confeccionaba: pulseritas, collares, sortijas, aretes y ganchos de cabello.

Cierto día, cerca de donde Hannah estaba con sus hermanitos vendiendo, otros niños correteaban a una viejita, gritándole improperios y lanzándole piedras. Sin pensarlo, la ancianita le solicitó ayuda a Hannah al ver que aquellos niños la venían alcanzando y está, sin titubear, la escondió entre la mercancía. Por más que le preguntaron a Hannah sobre la ancianita, esta negó haberla visto. Al ver que no obtenían respuestas sobre el paradero de la mujer mayor, los niños se marcharon.


Al no estar más en peligro, la ancianita salió de donde estaba escondida y le dijo a Hannah:


- ¿Acaso ustedes no saben que todos los niños me odian y me llaman bruja? –


- Sí, lo sabemos, porque hasta nosotros hemos sido víctimas de los prejuicios de la gente; nuestros padres fueron quemados aduciendo que eran brujos -, contestó Hannah, al tiempo que varias lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, mientras abrazaba a sus hermanitos.

- Sé que estás próxima a tus 15 años y, en recompensa por tu buen gesto de hoy, deseo regalarte la mejor fiesta que se haya visto -, le dijo la ancianita, antes de retirarse.


Al llegar la fecha de cumpleaños de Hannah, esta se sorprendió al ver frente a su chosita un carruaje con caballos blancos, del cual descendió una joven con la misión de arreglarla a ella y a sus hermanitos para la gran fiesta. Luego de estar listos, abordaron el carruaje y, después de un largo camino, llegaron a un castillo iluminado y con lujos por todos lados; había alrededor de 200 invitados. Con un hermoso atuendo rojo, la ancianita estaba lista para acompañar a Hannah.


Aquella noche fue inolvidable como se lo habían prometido. Hannah bailó hasta quedar exhausta; ella y sus hermanitos comieron de todo lo que nunca habían comido; el festín continuó hasta las dos de la mañana. Al terminar y al retirarse los invitados, Hannah tan agradecida le dijo a la ancianita que había cumplido con el sueño de su vida, pero esta le aclaró que esperara, que aún habían más maravillas esperando por ella y sus hermanos. Con un beso, la montó nuevamente en el carruaje y la envió de regreso a su casa.


Al llegar a su hogar, la sorpresa fue tan grande que rompieron en llanto todos juntos, Hannah y sus hermanitos, al ver aquella chosita convertida en un palacio.


Al levantarse en la mañana siguiente, corrieron a agradecerle a aquella señora; regresaron al lugar donde habitaba la ancianita y, por más que dieron vueltas a la calle, no pudieron encontrar el castillo. Hannah y sus hermanitos se acercaron a unos niños que se encontraban jugando allí y les preguntaron:


- Oigan niños, ¿y el castillo que estaba aquí qué se hizo? –


Los niños respondieron en coro: - ¡No!, allí nunca ha habido ningún castillo -.


Fin.


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