LA PATINETA MÁGICA
Había una vez, un niño llamado Johan que participaba en el concurso de patinaje y nunca se había dado cuenta de que tenía una patineta mágica.
Un día, su amigo Yonathan le preguntó a Clara, hermana de Johan, que cómo le podía ganar. La niña le dijo que le quitara la patineta y le diera otra ordinaria.
En la mañana siguiente, empezó el concurso de patinetas y, pese al intercambio deshonesto y gracias al collar de la buena suerte que Johan usaba, ambos iban empatados. No obstante, gracias a unos trucos especiales que tenía escondidos, Johan obtiene la victoria.
Luego de la competencia, Yonathan retó a Johan a una carrerita extraoficial y, al terminarla, le confesó que le había quitado la patineta y le pidió perdón por lo que había hecho.
Johan le preguntó que quién le había dicho su secreto; - fue tu hermana, Clara -, le respondió Yonathan.
- ¿Por qué lo hiciste? -, le recriminó Johan.
- Porque tenía envidia -, afirmó Yonathan.
Al final, Johan perdonó a su hermana y a su amigo.
Al día siguiente, Yonathan fue a la casa de Johan y de ahí partieron a buscar a su amiga Rebeca, para conformar un grupo de patinaje. Practicaban día y noche; cada vez se les sumaba más gente hasta que abrieron un local para patinadores. Crecieron hasta convertirse en maestros profesionales, abriéndoles las puertas a todos los niños y jóvenes del barrio y de las provincias.
Llegó el día en que los niños allí preparados tenían que competir con otros países. Los padres estaban contentos de ver participar a sus pequeños. Los entrenadores habían seleccionado a los mejores patinadores del club en las categorías de 6 años hasta 8, de 9 hasta 12 y de 13 hasta 18. La competencia fue muy dura, pero tres de los grupos del club fueron ganadores, trayéndose el trofeo para su país, Panamá.
Cuando llegaron a su país, sus padres los recibieron con pitos, panderetas, tambores, trompetas, globos y serpentina. Hicieron una fiesta muy grande e invitaron a todos. Los profesores y papás estaban orgullosos de los campeones.
Los maestros decidieron agrandar el local. Todo marchaba bien, cuando uno de ellos enfermó y, a los pocos días, murió. Los niños y jóvenes le hicieron un acto horrando su memoria, dejándolos muy triste, pero salieron adelante con el profesor Johan. Cada día llegaban más gente inscribiéndose como instructores para ayudar al club; sin embargo, todos siempre recordaban al profesor Yonathan.
Con la ayuda y el esfuerzo de todos, los jóvenes lograron ganar otro torneo muy importante. Pronto habían recibido cartas de 15 países invitándoles a participar en diferentes intercolegiales.
Cuando viajaron a las diferentes escuelas a competir, fueron recibidos con mucha armonía; se sentían como en casa, siempre recordando a su maestro Yonathan, quien fue un hombre luchador y fundador del club de los patinadores.
Todos se divirtieron mucho y fueron felices para siempre.
Fin