LOS SUEÑOS DE UN NIÑO
Había una vez, un niño llamado Cristian que tenía muchos sueños, como ser militar, veterinario o un piloto de avión. Había decidido que cuando saliera de cuarto año, él iría a la escuela de la Marina.
Un día recibió la noticia de que iban a agrandar la escuela en la que estudiaba desde que tenía 6 años y, como era costumbre, él se metió en todo lo que pudo, como en la banda, en la comparsa, entre otros.
Cuando llegó el día de inicio de las clases, Cristian estaba tan emocionado, que se levantó más temprano de lo normal para ser uno de los primeros en llegar a la escuela. Al conocer a sus profesores, se fascinó y se prometió nunca fallarles en nada.
Pasaron los años y, cuando terminó la escuela, fue a la academia militar y cumplió todos los sueños que quería alcanzar si llegase a ser soldado, como manejar un tanque, usar un arma real y luchar en la guerra. Por otro lado, su hermano, del cual no hablaba casi nuca, estaba trabajando en una veterinaria de animales exóticos.
Durante una de sus misiones, el perro de Cristian fue herido por un francotirador alemán, por lo que este necesitaba a un veterinario, así que llamó a su hermano, al cual apodaba Choco. Este fue corriendo a ayudar al amigo cuadrúpedo de su hermano menor, porque sabía que a Cristian le había dolido mucho cuando sus perros Akira y Naruto fallecieron de viejos.
Cuando llegó, el veterinario logró salvar al animal. Cristian le pidió a Choco que se llevara a Surbibor, su perrito, y que lo cuidara; - yo tengo que ir a luchar por nuestra nación -, le dijo también.
Cuando el combate acabó, Cristian fue a la casa de su hermano en búsqueda de su peludo amigo. Al verlo llegar, su perrito se puso tan feliz que se desmayó; cuando se paró, aún movía la cola con felicidad.
Luego de saludar a su perro, se puso a hablar con su hermano para convencerlo de que lo ayudara a completar su segundo sueño, que era ser veterinario; Choco aceptó con gusto. Después de terminar sus estudios en medicina veterinaria, Cristian se fue a trabajar con su hermano.
En su primer día paso algo interesante, un piloto de guerra llevó a su perro al local; el oficial reconoció enseguida a Cristian y le preguntó: - oye, ¿tú no querías ser un piloto? -; Cristian le respondió: - sí -; - perfecto, porque mi primo José tiene un avión de entrenamiento -, comentó el piloto. Muy emocionado, Cristian dijo: - pues, ese es mi tercer sueño, así que ¡vamos allá! -.
Al llegar al hangar del primo del piloto, este le advirtió que José estaba obsesionado con la perfección; - así que procura no equivocarte mucho -, le dijo. Cristian le respondió: - solo es un mes, ¿qué puede salir mal? -.
Un mes después, Cristian ya podía pilotar aeronaves como: aviones colectivos y privados de propulsión a chorros, aviones de trubina, avionetas y helicópteros.
Cuando regresó a casa, Cristian saludó a su hermano y le dijo que él haría el almuerzo. En una hora, ya había preparado unas exquisitas costillas de vaca a la barbacoa con arroz y unas brochetas de carne, acompañadas con leche. Después de comer, se fueron a trabajar a la veterinaria.
Día a día se dedicaba más y más al cuidado de las mascotas. Cristian viajó y se preparó muchísimo. Cada vez que regresaba, le enseñaba a su hermano todo lo que aprendía sobre los animales que conocían y sobre las nuevas especies exóticas que descubría. Muy pronto, Cristian comenzó a abrir sucursales en muchos países, tales como Estados Unidos, México y Canadá.
Cristian terminó por cumplir todos sus sueños y, finalmente, parecía haber encontrado lo que realmente le hacía feliz.
Fin.