UNA AVENTURA DIFERENTE DE VERANO
Un día, José se despertó pensando en qué haría en verano. Llegó navidad y recibió un videojuego de regalo. - ¡Excelente! -, exclamó, - no hay más que pensar -, continuó.
Pasaron los días y José se dedicó a jugar horas tras horas, a tal punto que sus padres y su hermana le decían que parecía un zombi. Estuvo tanto tiempo jugando, que no sabía que día era ni la hora, él solo pensaba en jugar PlayStation todos los días hasta que acabara el verano, ya que creía que no tenía más nada que hacer y que todo lo que no se relacionaba con los videojuegos era aburrido.
Poco tiempo después, comenzó a darse cuenta de que se estaba obsesionando con los videojuegos y que no quería ni salir de la casa a causa de eso, así que, un día, aceptó la invitación de su vecino a jugar fútbol. Esa fue una tarde genial; el aire fresco, ejercicio e incluso una siesta hicieron que José se sintiera muy bien.
En vista de esto, José decidió que debería hacer algo más que jugar videojuegos. En ese momento, su padre estaba haciendo un proyecto de señales y le pidió que lo ayudara; la verdad, el joven no quería, prefería estar jugando, pero finalmente le dijo que sí. El trabajo era relativamente sencillo, colocar el número correspondiente de contrato en el reverso de cada señal.
José estuvo varios días haciendo lo mismo, pensando que no era la gran cosa, pero, al mismo tiempo, contento porque estaba colaborando con su padre, quien estaba muy feliz por todo aquello.
Gracias a esto, el papá de José tenía más tiempo libre, el cual invertía en pasear con toda la familia.
José entendió que los videojuegos son lo máximo, pero también lo es el ayudar y ser útil a los demás, sobre todo a nuestros seres queridos.
José tuvo un verano diferente, en donde, además, maduró.
Fin.