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  • Tahiris M. López – 5to Grado

DE UN PERRO AGRESIVO A UNO CARIÑOSO


De Un Perro Agresivo A Uno Cariñoso - Lecturas Ferrini Panamá

En una tarde lluviosa hace tres años llegó a una casa el regalo más hermoso que una niña pudiera recibir, era un cachorrito. Este venía en una canasta de mimbre con un enorme lazo rojo. La pequeña se sentía muy feliz cuando el perrito llegó.


El cachorro era bien chiquito y tenía varios colores: la mayor parte de su cuerpo era chocolate claro, mientras que su nariz, patitas y boca eran de color negro, además, tenía una mancha blanca que parecía una gota de leche y su pechito y barriguita eran blancos. Era una ternurita.


Cuando su abuela se lo entregó, el cachorro estaba dormido. La niña no aguantó las ganas de cargarlo y él le lamió la cara. Este era muy inquieto. Solo tenía dos semanas de nacido y la niña siete años. Ese día, ambos se conocieron, jugaron y corretearon hasta caer exhausto. Al perrito le gustaba morderle los cordones de los zapatos.


Al día siguiente, la familia lo llevó al veterinario para que lo revisaran, lo inyectaran y les dijeran que podían darle de comer.


Siempre le hacían un tetero de leche, porque él no tenía dientitos para masticar; además, le daban las medicinas que debía tomar, ya que el cachorrito estaba muy débil. El perrito estaba listo para jugar.


Como la niña no había tenido antes una mascota, no sabía cómo cuidarlo ni como jugar sin hacerle daño. El cachorro la arañaba con sus garritas, pero ella se lo dejaba pasar porque también le hacía maldades, por ejemplo, lo trepaba varias veces en la mesa que estaba en su cuarto y siempre se tiraba y se pegaba en la cara; pobrecito.


Todos en la familia querían darle un nombre diferente al perrito, por eso inventaron un juego. Ya se habían dado cuenta de que al cachorro le gustaba jugar con globos, así que la mamá, la abuela y la niña hicieron una pequeña lista de nombres: Toreto, Scooby, Pierre y Doky.


Al pasar los días, él iba creciendo; era cada vez más alto, le salían los dientitos y se le desarrollaban las garritas, corría más rápido y su ladrido era más fuerte; era el momento de jugar con él para ponerle el nombre, así que hicieron papelitos con las opciones que todas querían, los metieron en globos iguales (un nombre por cada globo), los inflaron y lo cerraron con un nudo.


Cuando los tenían listos, soltaron los cuatro globos para jugar todas con el perrito; se los tiraban y él les pegaba con su nariz o con sus patitas. El juego consistía en que el nombre del perrito sería aquel que se encontrase en el primer globo que explotase. ¡Ganó Toreto!, el nombre que había propuesto la niña. Todos pensaron que le quedaba justo a él, porque seguía siendo inquieto y agresivo, parecido a rápido y furioso, como la película.


Al cumplir su primer año, le compraron un dulce para perros y su velita tenía forma de huesito, le regalamos una correa con su nombre y una pechera para sacarlo a pasear.


Una vez que lo llevaron al parque casi muerde a un señor que camino cerca de la niña, al parecer pensó que el señor le haría daño. Ahora está más grande y, a pesar de ser agresivo con las personas que él pensaba que les podían hacer daño, a su familia la llena de cariño, lamiéndolos y abrazándolos con sus patitas delanteras.


Cada vez lo paseaban con mayor frecuencia, al tiempo que lo veían más tranquilo.


Al cumplir tres años, el perro ya no era agresivo, sino un perro cariñoso. Esto fue logrado con mucho cariño y disciplina.


Fin.


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