PEDRO, EL VAGABUNDO, Y EL GRAN ENCUENTRO CON SU MEJOR AMIGO, PELUCHE
Érase una vez, un hombre llamado Pedro, quien era una persona amargada y muy solitaria. Después de que perdió a su amada esposa en un accidente, comenzó a emborracharse, ya que no aceptaba la perdida de la mujer que le acompañó por muchos años. Nunca pudieron tener hijos.
Lentamente se volvió un tomador sin control de cerveza. Perdió su trabajo, su casa y sus amistades. Se volvió solitario y amargado, pues nadie se le podía acercar porque no le gustaba.
Él era conocido como el Vagabundo, quien deambulaba por las calles, muchas veces lleno de enojo. Las personas decían: - ¡pobre Pedro! -, viéndolo sucio, solitario y caminando bajo el fuerte sol, incluso comiendo de la basura. Todos lo observaban con compasión porque era muy mayor, pero, nadie se atrevía a acercarse debido a su carácter enojón. Nadie entendía porque él era así.
Una vez, caminando y recogiendo basura de las calles, escuchó el llanto de un cachorro que se movía y trataba de salir de una caja en la que se encontraba atrapado. Rápidamente, el vagabundo lo abrió y, para su sorpresa, encontró adentro un hermoso perrito bebé, de raza labrador. Quedó consternado. No podía creer que alguien fuese tan malo de dejarlo ahí. El señor le dijo: - desde hoy serás mío y me acompañarás a todas partes, te llamarás Peluche -.
Desde aquel momento, Peluche, un perro súper amoroso y agradecido con su amo, y el vagabundo se volvieron inseparables. Algo grandioso comenzó a pasar con Pedro, púes, al recibir amor y la compañía tan tierna de un pequeño y juguetón perrito, su carácter comenzó a cambiar; se dio cuenta de que él también podía dar amor. A pesar de que la vida de Pedro no era muy agradable por tener que vivir en la calle y dormir debajo de un puente, el amor de su nuevo mejor amigo, Peluche, lo transformó.
Por lo tierno del perrito, otros vagabundos, Sean, Guillermo y Popin, comenzaron a jugar con Peluche. Esto hizo que Pedro se hiciera amigo de ellos y comprendió que él podía cambiar y ser mejor persona cada día.
Desde ahí, comenzó a darle valor a todas las cosas y decidió adoptar a los perros que veía sufriendo. Ya no era solo Peluche, sino cinco perritos más; ahora era conocido como Pedro, el rescatador. Tanta era su buena labor que muchas personas llegaban y lo apoyaban.
Comenzó a llenarse de perros; llegó a tener más de 20. Todo su tiempo lo dedicaba a ellos, incluso iba a los supermercados y solicitaba donaciones; muchos le apoyaban.
Pedro tuvo la oportunidad de conocer a una gran mujer con mucho dinero, quien le ofreció un terreno para que construyera un lugar que fuera para todos los perros que necesitaran un refugio.
Desde ahí, se llevó a sus compañeros vagabundos, Sean, Guillermo y Popin, quienes lo ayudaron a levantar ese albergue, al cual llamaron Casa de Perros.
Gracias al encuentro con su amigo Peluche, el amor de ellos hizo que Pedro cambiara y que él entendiera que podía ser de bendición para otros perros, haciendo que ellos tuvieran la oportunidad de encontrar personas buenas y que le brindasen un buen hogar, lleno de amor y seguridad.
Ya no era una persona solicitaría ni amargada, sino acompañado de su gran amigo Peluche y de todos los demás perros que el rescataba, además de sus nuevos amigos Sean, Guillermo y Popin, y de todas las personas que llegaban al albergue a conocer a los perros.
Pedro le dio gracias a Dios por hacerle saber que él también era importante y que podía ser de bendición para muchas familias, al recibir como regalo la compañía de un gran amigo, como lo fue su perro.
Fin.